Doris Musalem Rahal 
El verdadero rostro de Israel
Los criminales bombardeos israelíes contra la población civil en
Gaza, que se iniciaron el 27 de diciembre pasado y que han dejado cientos de
muertos y miles de heridos, no son sino la continuación de una política deliberada
del Estado de Israel de masacrar civiles palestinos incluyendo niños, que
ha venido siendo sistemática en los territorios palestinos ocupados desde 1967.
La justificación de Israel para llevar a cabo esta ofensiva militar
es la amenaza que representa a su seguridad el lanzamiento por parte de Hamas,
en el momento actual, de cohetes de muy baja capacidad ofensiva. Dicha
justificación no se sostiene, por dos razones principales.
La primera es un problema de proporciones. Existe una abismal diferencia
entre las víctimas y los daños ocasionados entre las dos partes, la israelí y la
palestina: ¿un saldo que no excede una decena de víctimas israelíes en contraste
con los más de 500 muertos palestinos, entre ellos decenas de niños, y miles de
heridos? ¿Dónde están los hospitales, escuelas, templos y barrios residenciales
destruidos en Israel como los hay en Gaza?
La segunda razón –que por cierto ha sido omitida por los medios de
comunicación internacionales– es que Israel es la potencia ocupante.
Según el derecho internacional, Israel “no puede invocar el derecho a la
autodefensa en los territorios que ocupa y controla”. (Corte Internacional
de la Haya, párrafo 139). Hay que recordar además que esta misma Corte –máxima
instancia judicial de Naciones Unidas–, rechazando el pretexto de seguridad
israelí, declaró ilegal el muro del apartheid que Israel
construye en territorio palestino.
Queda claro que la violencia israelí no puede explicarse en
términos de su seguridad y autodefensa. Sin embargo, Israel ha logrado con
éxito enmarcar el conflicto con los palestinos en este doble discurso y presentarse
como la víctima en el concierto internacional, lo que le permite
actuar con total impunidad.
En el plano jurídico el derecho internacional está del lado palestino:
cada año, la Asamblea General de la ONU por mayoría absoluta reconoce a Israel
como un país agresor y colonialista que viola la legalidad internacional y
los derechos más fundamentales de los palestinos.
Sin embargo, en la praxis Israel –a pesar de ser el mayor violador de
las resoluciones de la ONU y de los derechos humanos– es aceptado entre
las naciones del mundo, envuelto en el manto de la normalidad. Esto lo ha logrado
debido al apoyo de los medios de comunicación, a la formidable industria
de relaciones públicas, al temor del fantasma del antisemitismo y, sobre todo,
al apoyo incondicional que le brinda Estados Unidos.
Al mismo tiempo que Israel comete sus crímenes, mantiene vínculos
políticos, diplomáticos, científicos, académicos, etcétera, con todo el mundo.
El profesor Michael Neumann de la Universidad de Trent, Canadá, afirma
que lo que hace “excepcionalmente malo a Israel –a diferencia de otros
regímenes que también lo son– es su capacidad de inspirar respeto a pesar
de las atrocidades que públicamente comete contra la humanidad”.
Es decir, en sus palabras, “Israel no sólo comete sus crímenes,
sino también los legitima”.
Se debe apelar a la reflexión de la comunidad internacional
en torno a las implicaciones morales de los vínculos con Israel.
Es urgente dejar al descubierto su verdadero rostro, a fin de que la
opinión pública internacional tenga elementos para contrarrestar
la propaganda del régimen sionista de Tel Aviv y lograr detener el
genocidio contra el pueblo palestino que se está llevando a cabo en Gaza.

http://www.jornada.unam.mx/2009/01/06/index.php?section=opinion&article=018a1pol